Cuentos sobre Ecuanimidad
- CoachMi
- 23 sept 2020
- 7 Min. de lectura
Ante estos momentos de desconcierto social y en que la situación ya nos puede hacer sentir desorientados, desmotivados y emocionalmente afectados, hablamos hoy de Ecuanimidad. Para ello os hacemos llegar dos cuentos, que bien podían haber ocurrido en cualquier lugar y en cualquier momento, como reflejo y símbolo de esta cualidad que recomendamos cultivar en cada uno.
Esperamos que los disfrutéis y que os lleven a la reflexión sobre lo verdaderamente importante en nuestras vidas y que nos facilita el Equilibrio y la Ecuanimidad necesarias para contar con perspectiva y seguir adelante.

CUENTO 1
En un lejano reino, posiblemente hace mucho tiempo o quizás no tanto, vivía un anciano de frágil cuerpecillo y larga barba blanca, al que llamaremos Cuan. Sus modales serenos y su palabra siempre cuidadosa y amable hacían de él un hombre respetado en toda la comarca. Las gentes afirmaban que Cuan en su juventud fue iniciado en los misterios de la antigua sabiduría y en realidad tanto sus vecinos como su único hijo que con él vivía admiraban su gran lucidez y templanza.
Un día los vecinos del pueblo se encontraban muy apenados. Ocurrió una tormenta que provocó que las yeguas de Cuan salieran de sus corrales y escaparan a las montañas, dejando al pobre anciano sin sus medios habituales de subsistencia.
Ante tal hecho el pueblo sentía una gran consternación por lo que sus habitantes no dejaban de desfilar por su honorable casa diciendo
- ¡Qué desgracia Cuan
- ¡Maldita la tormenta que cayó sobre tu casa!
- ¡Que mala suerte ha pasado por tu vida. Tu casa y hacienda están perdidas
Cuan, amable sereno y atento, tan solo decía una y otra vez
- puede ser, puede ser
Al poco el invierno comenzó a asomar sus primeros vientos trayendo un fuerte frío en la región y ¡oh, sorpresa! Sucedió que las yeguas de Cuan retornaron al calor de los antiguos establos y en esta ocasión lo hicieron preñadas y acompañadas de caballos salvajes encontrados en las montañas.
Con esta llegada el ganado de Cuan se vio incrementado de manera inesperada. El pueblo, al enterarse de tal acontecimiento, sintió un gran regocijo por la buena suerte del anciano, de tal forma que uno a uno fueron desfilando por su casa para felicitarlo por tal bonanza
- ¡qué buena suerte tienes anciano! Benditas sean las yeguas que escaparon y más tarde aumentaron tu manada. La vida es generosa contigo Cuan
A lo que el sabio anciano, tan solo contestaba una y otra vez
- puede ser, puede ser
Pasado un corto tiempo, los nuevos caballos fueron domesticados por el hijo de Cuan que, desde el amanecer hasta la puesta del Sol, no dejaba de preparar sus animales para las nuevas faenas. Podría decirse que la prosperidad y la alegría reinaban de nuevo en aquella casa.
Una mañana como cualquier otra, sucedió que uno de los caballos derribó al joven hijo de Cuan, con tan mala fortuna que sus piernas y brazos, e incluso algunas costillas, se fracturaron en la tremenda caída. Como consecuencia, el único hijo del anciano quedaba impedido durante un largo tiempo para la faena diaria.
El pueblo quedó consternado por esta triste noticia, por lo que todos los vecinos fueron pasando por su casa mientras decían al anciano
- ¡qué desgraciado debes sentirte Cuan!
le decían apesadumbrados
- ¡qué mala suerte! tú único hijo. Malditos caballos que han traído la desgracia a tu casa
El anciano escuchaba sereno y tan solo respondía una y otra vez
- puede ser, puede ser
Con el tiempo, el verano caluroso fue pasando y cuando se divisaban las primeras brisas del otoño, una fuerte tensión política con el país vecino estalló en un conflicto armado. La guerra había sido declarada en la nación y todos los jóvenes disponibles eran enrolados en aquella negra aventura. Al poco de conocerse la noticia, se presentó en el poblado, un grupo de emisarios gubernamentales con la misión de alistar para la batalla a todos los jóvenes disponibles de la comarca. Al llegar a la casa de Cuan y comprobar la lesión de su hijo, siguieron su camino y se olvidaron del muchacho, que tenía todos los síntomas de tardar en recuperarse una larga temporada.
Los vecinos sintieron una gran alegría cuando supieron de la permanencia en el poblado del joven hijo de Cuan. Así que, de nuevo, uno a uno, fueron visitando al anciano para expresar la gran suerte que de nuevo llegaba a su vida y con su ala blanca tocaba.
- gran ventura ha llegado a tu vida Lon Chin
le decían
-bendita caída aquella que conserva la vida de tu hijo y lo mantiene a tu lado durante la incertidumbre y la angustia de la guerra. Gran destino el tuyo que cuida de tu persona y de tu Hacienda manteniendo al hijo en casa. La buena suerte bendice tu morada Cuan
El anciano, mirando con una lucecilla traviesa en sus pupilas, tan solo contestaba
- puede ser, puede ser

CUENTO 2
Sobre la colina de un lejano Reino, se hallaba un castillo de cúpulas doradas, donde el rey ejercía su labor y administraba la comarca. Y aunque éste poseía fama de justo y se le reconocía generosidad y grandeza, sin embargo, era de todos sabido que tenía un gran problema: el rey se había desconectado de su propio centro interior y no lograba poseer la llave del equilibrio y de la paz perfecta.
Sucedía que su Reino, a lo largo de los años, o bien sufría grandes sequías, o bien disfrutaba de generosas cosechas. Y aunque el rey sabía y conocía este cíclico vaivén, no podía evitar la negatividad y la amargura que lo invadía en los tiempos de sequía, ni la arrogante exaltación que lo inundaba en los ciclos de riqueza.
Debido a ello, el monarca mantenía en el fondo de su corazón una obstinada búsqueda, la búsqueda de la ecuanimidad perfecta.
Un día de sol, en la plaza más importante de la comarca, mientras los mercaderes ofrecían animosamente las sedas traídas desde tierras lejanas, estalló de pronto el afinado sonido de las trompetas reales, que callaron súbitamente el vocerío de la gran plaza.
El rey se disponía a pronunciar la declaración más importante de su vida y para tan fausto motivo convocaba a todos aquellos embajadores y viajeros que pudieran oídos para oír. El bando decía así:
- Su majestad el rey, invita a todos y cada uno de sus súbditos a construir un anillo para el dedo real. Se tratará de un anillo tan especial que, en su misma forma, deberá inspirar en su portador, tanto la moderación y sensatez en los tiempos de grandeza, como la confianza y la esperanza en los tiempos de escasez y nieblas espesas. De esta forma su majestad alcanzará un equilibrio tal, que está dispuesto a ceder a cambio la mitad de su Reino.
Tras esta proclama, redoblaron los tambores y sonaron las doce trompetas de oro y plata.
Las gentes allí reunidas, creían estar soñando
- ¡la mitad de su Reino! qué valioso debía ser algo semejante
Los mensajeros, partiendo a galope a lo largo de los reinos colindantes, despertaban a su paso el genio creador de magos y artistas que se disponían a devolver a su Majestad la vivencia del Equilibrio Supremo.
Con el paso del tiempo, fueron llegando a Palacio diferentes orfebres que, esperanzados, presentaban el anillo mágico por ellos realizado, de manera que el monarca pudiera comprobar el alcance de su poder. Sin embargo, aunque había piezas extraordinaria intención y belleza, nadie conseguía equilibrar la marea emocional que su majestad padecía.
Un día, aparentemente como todos, se presentó en la corte un caminante con porte de Guerrero, alma de sacerdote y palabra de mago. Se trataba de un ser que sabía silbar de tal forma que los ecos de su sonido llegaban hasta los confines más alejados del Reino. Pronto se supo que el recién llegado portaba el anillo que solicitaba su majestad, visto lo cual las puertas del Palacio se abrieron de nuevo para acceder a la Real presencia.
Mientras avanzaba hacia la cámara, sus silbidos resonaban por entre las vidrieras de las Torres de aquel castillo. Se diría que estaba llegando aquel que se hallaría su rango y sabiduría junto al trono, pensaban los que con él se cruzaban.
-Majestad,
dijo el recién llegado
- He construido el anillo que podréis mirar en los momentos de máxima intensidad, tanto de pena como de gloria, y, que sin duda, os ayudará a recordar lo que deseáis. Tomad
dijo entregando su obra
El rey tomo el pequeño objeto envuelto en terciopelo púrpura y lo observó con una curiosidad, no exenta de cierta desconfianza. Al contemplarlo, su rostro se iluminó y sonrío complacido. Súbitamente se vio envuelto en un bienaventurado resplandor y exclamó sereno a todos los presentes
- El rey ha encontrado la clave que estaba buscando. El rey ha comprendido el secreto de las eternas mutaciones y cede la mitad de su Reino visible porque está preparado para emprender el camino. Emprender el camino sin sentirse afectado por los vaivenes y ciclos del destino
Todos estaban intrigados acerca de aquel mágico anillo que había hechizado al rey
- ¿Qué tendrá ese extraño aro que logra recordar a su majestad lo que tanto ha necesitado para superar los Dolores y las alegrías de su Reino
El rey, levantando la mano y mostrándolo finalmente a los presentes dijo
- como veis, es un anillo aparentemente como todos. Sin embargo en su interior figura una escondida inscripción que lo hace único y mágico
- ¿cuál es, cuál es?
preguntaron inquietos los presentes
- muy simple, dijo el rey
- el anillo tiene grabadas tres palabras, tan cargadas de significado, que me permitirán recordar la ley de la impermanencia. Estas tres palabras son:
"esto también pasará”
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